Es quizás la propiedad más importante del ozono y por la que más aplicaciones se le atribuyen.
Le permiten actuar sobre un amplio número de microorganismos como bacterias, virus, hongos y esporas. Todos ellos son responsables de problemas de salud en humanos y también de malos olores. El ozono actúa oxidando las partículas de las membranas celulares, asegurándose que no reaparezcan.
El tratamiento con ozono es inodoro, por lo que no solo se encarga de desinfectar y neutralizar cualquier tipo de olor, sino que no emite olores particulares al final del uso. Hay que destacar que el ozono además, no produce ningún residual, ya que tiende a volver a su forma original, el Oxígeno (O2), siendo, por tanto, respetuoso con el medio ambiente y los productos, y garantizando el bienestar de las personas.
El ozono puede eliminar todo tipo de olores, atacando directamente sobre la causa que los provoca y sin añadir ningún otro olor para intentar encubrirlo, como hacen los ambientadores. La capacidad oxidativa del ozono permite romper los enlaces aromáticos, causantes del mal olor generado por productos en descomposición, insumos mal olientes, fermentaciones o simplemente por la naturaleza de ciertos alimentos como tabaco, comida, humedad, sudor, pescados, mariscos, carnes, etc.